Frente a un nuevo aniversario del Día de la Mujer Trabajadora, las mujeres judiciales, desde nuestro gremio y su lugar en el Movimiento Obrero, nos encontramos luchando contra un modelo que arroja cada día a más argentinos a la pobreza. Contra el endeudamiento que alimenta solo la codicia de los que apuestan en la timba financiera y fugan nuestra riqueza al extranjero. Contra las recetas de ajuste del FMI. Contra la pérdida del poder adquisitivo del salario que redunda en la destrucción de un mercado interno, expulsando cada día a más argentinos del trabajo digno, y dando paso a esa muerte lenta, pero no menos violenta para una familia, como es la desocupación.
Como trabajadoras judiciales no tuvimos respiro en la lucha, porque los embates del gobierno se hicieron sentir: traspaso, ganancias, salario.
Sin achicarnos pudimos llevar adelante una importante tarea desde la MESA DE MUJERES de la UEJN, que puso atención a necesidades que se convirtieron en agenda.
Cada uno de los derechos que tenemos hoy fue conquistado por la lucha, pero muchos de ellos no podemos ejercerlos. Desde nuestro espacio trabajamos para que sea posible y para incorporar nuevos derechos que permitan el desarrollo integral de las mujeres en nuestra comunidad.
En la justicia, como en otros lugares, existe un techo de cristal que muchas veces nos impide desarrollarnos plenamente. Son dificultades que no atraviesan nuestros compañeros varones. Las tareas de cuidado en el seno familiar, que deberían ser compartidas, llevan gran dedicación y son fundamentales, por cuanto la familia es la célula base de la organización comunitaria, donde se forjan los valores y principios que acompañarán a la persona a lo largo de su vida.
Por esa razón, creemos fervorosamente en la necesidad de acompañar a las mujeres y las familias tanto en simplificar o acompañar sus tareas de cuidado (lactancia, guardería, colonia, kit escolar, día del niño y licencias acordes a los nuevos tipos familiares y necesidades), como en derribar los impedimentos que esa dedicación acarrea para el desarrollo personal: capacitarse, hacer la carrera judicial, concursar.
Pero de la misma manera que nos ocupa resolver estas cuestiones, como operadores judiciales tenemos la responsabilidad de brindar un servicio de justicia que incorpore nuestra perspectiva. Que los litigios sean resueltos principalmente por hombres, porque son ellos los que mayoritariamente ocupan la magistratura, conlleva una visión muchas veces machista. Nuestra mirada es imprescindible para una justicia acorde a los tiempos que corren. Hace falta una justicia más humana, más sensible al drama social, que pueda ponerse firme a defender a los más desprotegidos y ser implacable con aquellos que les hagan daño, una justicia aguerrida, con cara de mujer, no solo en su imagen clásica, sino en su realidad cotidiana, contante y sonante. Y sin dudas también necesitamos una justicia que sepa escuchar a las mujeres cuando acuden a ella como último recurso de reconocimiento de sus derechos.
Como trabajadoras judiciales no tuvimos respiro en la lucha, porque los embates del gobierno se hicieron sentir: traspaso, ganancias, salario.
Sin achicarnos pudimos llevar adelante una importante tarea desde la MESA DE MUJERES de la UEJN, que puso atención a necesidades que se convirtieron en agenda.
Cada uno de los derechos que tenemos hoy fue conquistado por la lucha, pero muchos de ellos no podemos ejercerlos. Desde nuestro espacio trabajamos para que sea posible y para incorporar nuevos derechos que permitan el desarrollo integral de las mujeres en nuestra comunidad.
En la justicia, como en otros lugares, existe un techo de cristal que muchas veces nos impide desarrollarnos plenamente. Son dificultades que no atraviesan nuestros compañeros varones. Las tareas de cuidado en el seno familiar, que deberían ser compartidas, llevan gran dedicación y son fundamentales, por cuanto la familia es la célula base de la organización comunitaria, donde se forjan los valores y principios que acompañarán a la persona a lo largo de su vida.
Por esa razón, creemos fervorosamente en la necesidad de acompañar a las mujeres y las familias tanto en simplificar o acompañar sus tareas de cuidado (lactancia, guardería, colonia, kit escolar, día del niño y licencias acordes a los nuevos tipos familiares y necesidades), como en derribar los impedimentos que esa dedicación acarrea para el desarrollo personal: capacitarse, hacer la carrera judicial, concursar.
Pero de la misma manera que nos ocupa resolver estas cuestiones, como operadores judiciales tenemos la responsabilidad de brindar un servicio de justicia que incorpore nuestra perspectiva. Que los litigios sean resueltos principalmente por hombres, porque son ellos los que mayoritariamente ocupan la magistratura, conlleva una visión muchas veces machista. Nuestra mirada es imprescindible para una justicia acorde a los tiempos que corren. Hace falta una justicia más humana, más sensible al drama social, que pueda ponerse firme a defender a los más desprotegidos y ser implacable con aquellos que les hagan daño, una justicia aguerrida, con cara de mujer, no solo en su imagen clásica, sino en su realidad cotidiana, contante y sonante. Y sin dudas también necesitamos una justicia que sepa escuchar a las mujeres cuando acuden a ella como último recurso de reconocimiento de sus derechos.
ESTE 8 DE MARZO NOS ENCUENTRA MÁS ORGANIZADAS, UNIDAS Y SOLIDARIAS QUE NUNCA.
SIGAMOS CON FUERZA, ¡A PASO DE VENCEDORAS!